Juan y María, volver desde prontuarios y otros papeles

Juan Hernández y María Méndez resistieron al olvido registrados en fichas policiales, en expedientes, en la prensa revolucionaria y en la otra, la burguesa. Tal vez sus nombres permanecieron agazapados entre polvo, ácaros y lepismas -que amenazaban con comer el papel donde estaban sus nombres. Seguro resistieron con la certeza de que los descubrirían impresos sobre superficies amarronadas, oxidadas, que los rescatarían del pasado, para interpelar el presente. No, con certeza, en aquellos años de activa militancia, ni Juan ni María habrán pensado en dejar rastros en el papel para, décadas después, ser rescatados del olvido. No, porque tenían la convicción de que estaban construyendo futuro, a pesar de las derrotas.

Por esos rastros que sin querer dejaron es posible reconstruir algunos de sus recorridos. No sólo el desplazamiento entre el Alto Valle y el sur bonaerense, una territorialidad construida en torno al Ferrocarril Sud; sino los otros recorridos, las visiones de su tiempo, los procesos de organización obrera en el valle entre las décadas de 1920 y 1940. A partir de esos fragmentos de vidas excluidas de los grandes relatos es posible espiar las tensiones al interior de las sociedades de resistencia, la participación de las mujeres, el optimismo de la voluntad y la desazón ante la escasa receptividad del mensaje en la masa proletaria, la palabra impedida de ser acción; la represión y la mirada escrutadora del Estado gendarme hasta, quizás, el fin de sus días. No es un ensayo de biografía de Juan y María, es sólo es un intento de ponerle rostros a quienes protagonizaron batallas que no se pueden encontrar en los mapas.

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Juan llegó a Argentina el 17 de octubre de 1912 en el buque Infanta Isabel, según el registro de la Dirección Nacional de Migraciones. Estaba a punto de cumplir 16 años, si tomamos por ciertos los datos de la ficha que la División Orden Social de la Policía de Río Negro le dedicó; lo sindican nacido en Almería, el 4 de noviembre de 1896. Su nombre, sin dudas, era Juan, y algo de Hernández tenía; al parecer en su España natal fue anotado como Juan Ignacio Carlos Hernández, aunque en ámbitos anarquistas se lo conocía como Juan Hernández Lázaro o, simplemente, Juan Hernández.1 Al ingresar al país declaró ser jornalero, también que sabía leer y escribir.

Seis años después de su arribo, el 7 de octubre de 1918, Juan contrajo matrimonio con María Remedios Mendez; él estaba por cumplir 22, a ella le faltaban tres meses para sumar 15 años, quizás la formalización de esa unión ante el Estado fue el salvoconducto para que ella pudiera dejar la casa familiar. Según los datos asentados en la ficha que Orden Social le dedicó a María, la joven había nacido en Arriondas, Asturias, el 12 de enero de 1904;2 y según el registro de Migraciones, siendo una niña, el 13 de julio de 1908, descendió en Buenos Aires del buque Oropesa. En 1914 María se instaló en Colonia Cervantes, en la chacra 134, lote C, según precisó una mano gris en su ficha; de la llegada de Juan al valle no hay noticias.

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En 1920 la Federación Obrera Regional Argentina Comunista (Comunista Anárquica o del V Congreso) hizo pié en el Alto Valle, ese año se fundaron las sociedades de Oficios Varios en Allen, Cipolletti y Gral. Roca. Los vientos libertarios de la revolución que había triunfado en Rusia en 1917 agitaban los rojos pendones y en el país la ebullición social se conjugaba con la reactivación de la economía tras el final de la I Guerra Mundial. Era un momento de alza de la sindicalización y de las demandas obreras, la conflictividad se extendía a todo el país, más allá de los grandes centros urbanos, puertos y nudos ferroviarios; llegaba a los quebrachales del chaco, a los yerbatales de Misiones, a las pampas y a las tierras más australes de la Patagonia. Las demandas por mejoras económicas y condiciones de trabajo abrían la grieta por la que asomaba otro amanecer. En tanto la burguesía local, aliada del capital transnacional, lejos de permanecer impávida, ejercía presión sobre los resortes del Estado para suprimir la demanda obrera y simultáneamente creaba (con apoyo o el dejar hacer de las autoridades) sus propios instrumentos para romper huelgas y asesinar a trabajadores y trabajadoras: la Asociación Nacional del Trabajo y la Liga Patriótica Argentina.

Por esos años en la Patagonia Norte fueron sacudidas por las huelgas de ferroviarios, tipógrafos, telegrafistas, portuarios, petroleros y también por las de los trabajadores de las obras de irrigación del Alto Valle. Paradójicamente, fue entre quienes construían la infraestructura para represar el río Neuquén, es decir, para someterlo y convertir su furia en aguas de riego, que comenzó a germinar la organización obrera anarquista. La primera huelga la declararon en 1917, y la levantaron tras llegar a un acuerdo con la patronal; en 1918 volvieron a paralizar las obras y sufrieron una dura derrota, tal fue el impacto, el desbande, que se quedaron sin militantes para poner a andar la sociedad de resistencia de Oficios Varios que estaban a punto de fundar en Contralmirante Cordero. En 1920 fue la última, a punta de máuser la policía de los territorios de Río Negro y Neuquén sacó a más de treinta obreros, los agitadores, de los campamentos; pero entonces no sobrevino el desbande, habían sentado las bases de la organización obrera en el valle.

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Hacia 1920 Juan y María vivían en Allen, entre noviembre y diciembre de ese año él se desempeñó como secretario de actas de la sociedad de Oficios Varios y Biblioteca Obrera de la localidad. El paso por esa responsabilidad fue breve, pero suficiente para ser identificado como integrante de la comisión del sindicato y citado a declarar en febrero de 1921, cuando la policía local inició un sumario por presunta infracción de la Ley de Defensa Social. Esa norma, sancionada en 1910, condensaba el espíritu oligárquico de la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo: perseguía la propaganda y organización revolucionaria y, combinada con la Ley de Residencia, que habilitaba la expulsión de extranjeros no desados, era un recurso para suprmir republicanamente los movimientos de emancipación obrera.

La presunta infracción de la Ley de Defensa Social se fundaba en la aparición de un manifiesto del centro obrero, que invitaba a los trabajadores a sumarse a la lucha por el comunismo anárquico.3 “Compañeros: Con el deber que nos hemos impuesto, como militantes del Sindicalismo revolucionario,no cejaremos ni un solo instante mientras subsista un solo privilegio; mientras la vil explotación del hombre por el hombre no desaparezca; mientras que ser sea una vergüenza; y ser constituya un delito; mientras el comunismo anárquico por que luchamos no sea una realidad. Mientras tanto trataremos de multiplicar nuestras energías, dedicándolas íntegramente a la emancipación total del proletariado. (…) Y para esto, camaradas, es necesario que cada cual ocupe de inmediato su puesto que el deber le impone dentro del Sindicato. (…) Estamos convencidos, que toda sociedad obrera que no [tenga] una finalidad [revolucionaria], nada remediará con el aumento de un centavo más”, sostenía, enfrentando a las corrientes reformistas del movimiento obrero.

La labor del sindicato, era “hacer de cada uno de sus componentes un luchador consciente”. El comisario de Allen, Durval Gómez, interpretó el manifiesto como el llamado a conformar “soviets revolucionarios”. Por la sede policial desfilaron Apolinar Marcos, Francisco Valls, Laureano Yustes y Cesáreo Cancio, todos obreros españoles; también Juan Hernández, que fue el último en declarar. Él dijo ser jornalero, estar casado, tener 24 años y diez años de residencia en el país -en realidad, llevaba poco más de ocho. En el interrogatorio repitió el mismo argumento que sus compañeros, reconocía que se trataba de un volante de la sociedad obrera local, pero no se responsabilizaba por el contenido, dado que para esa fecha ya no formaba parte de la comisión. Además aseguraba que no había socios en la localidad capaces de redactarlo y que supo de su existencia el 20 de febrero, cuando lo vio pegado en un muro del restaurant Lisboa. También aseveró haber oído que enviaron desde Buenos Aires, sin poder precisar desde qué sindicato. Cuando le pidieron que identificara a los integrantes más exaltados de Oficios Varios, dijo que los que conocía eran “todos pacíficos”. También aseguró que jamás había hecho propaganda de ideas revoltosas para atraer trabajadores al centro obrero, y recalcó “que únicamente se ocupa de su trabajo”.4

El 1 de marzo las indagatorias fueron remitidas a Viedma, a la Jefatura de Policía del Territorio. Los testimonios iban acompañados de una nota firmada por el comisario Durval Gómez y su secretario, Juan Suárez. “Lo que hay en este [pueblo] Señor Jefe es, que los que forman parte de este Centro son todos unos inconcientes por su capacidad intelectual que se prestan para hacer de ellos lo que la Federación Obrera Regional Argentina, quiera hacer, de vez en cuando llega un obrero de Buenos Aires o Bahía Blanca, con el título de orador, los reune y aconseja lo que mejor le paresca y estos sin mas van á la ejecución del consejo, por cuya razon considero sumamente peligrosos estos centros; por otra parte estos mismos centros sirven de advergue a tanto y tantos vagos refractarios al trabajo.”5

Resulta extraño que el comisario y su secretario hayan dado por ciertos los testimonios de los obreros, bastante pueriles, y arribado a la conclusión de que eran meras marionetas digitadas desde Buenos Aires. Aunque por otra parte, tal conclusión, también podía ser una expresión del desprecio que ambos funcionarios sentían por esos trabajadores. En julio de 1922 los cinco obreros fueron sobreseídos provisionalmente, durante la instrucción no pudieron individualizar a quien o quienes habían redactado el manifiesto. Cuando Marcos, Valls, Yustes, Cancio y Hernández fueron notificados de la decisión de la Justicia, mucha agua había corrido en la vida de Juan y de la Sociedad Oficios Varios y Biblioteca Obrera de Allen.

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El 26 de octubre de 1921, a través del diario anarquista La Protesta, Oficios Varios de Allen informaba al conjunto de las organizaciones obreras y de los trabajadores que el sujeto Juan Hernández Lázaro, ex tesorero del sindicato, había desaparecido del pueblo llevándose $325,85 pertenecientes a la sociedad obrera, además de aportes destinados a comités de apoyo a presos y deportados, y $2,80 correspondientes a la venta de los periódicos Tribuna Obrera y La Protesta, de los cuales era paquetero, es decir, el encargado de su recepción, distribución y venta. La circular relataba que en cuanto tuvieron conocimiento “de la fuga del estafador”, intentaron infructuosamente dar con su paradero y tiempo después supieron que se encontraba en Chichinales, localidad a la que se trasladaron “tres compañeros a objeto de hacerlo venir”.6

Nuevamente en Allen, Juan se presentó en la asamblea de Oficios Varios, allí reconoció que había hecho uso indebido de los fondos sociales, entregó $16,15, ofreció reponer $100 a la semana siguiente y pidió un plazo indefinido para saldar el resto. Lo escucharon, pero decidieron darle un plazo perentorio, 15 días, y le exigieron que entregara el revólver como garantía, si no pagaba, el arma sería rifada y, además, se daría difusión de lo sucedido a través de La Protesta. También dispusieron“no permitir a la señora de Hernández, María Méndez, el acceso al local por haberse comprobado que la citada, moralmente es tan responsable como su compañero”. 7

Los plazos vencieron, el caso llegó a las páginas del diario anarquista y se organizó la rifa del arma. Julio Díaz, prosecretario de la sociedad obrera, fue el encargado de ventilar lo sucedido, allí no ahorró calificativos para Juan y María, violencia verbal con la que buscaba denigrarlos y también marcar una línea disciplinaria hacia el resto del movimiento: “[A] pesar del zarpazo [dado] por este ‘salteador’ de organizaciones obreras, no ha conseguido hacer mella en nuestra conciencia. Lo único que ha conseguido este degenerado (como él mismo se calificó) al apoderarse de unos miserables centavos y al reconocer que éstos le han sido insuficientes para evitarle el hambre, que ahora le acosa más que antes y pone de manifiesto toda la carroña moral que ocultaba bajo la careta de la hipocresía que le cubría tanto a él como a su compinche”.8 Por último sentenciaba: “Tomen nota pues, las organizaciones, del estafador Juan Hernández Lázaro, y los trabajadores organizados o no, pero que se precien de honestos, sólo deben dirigirle el escupitajo. De nuestra parte sólo nos resta manifestar nuestro repudio a tanta bajeza moral”.

La estigmatización como medio disciplinador trascendió las páginas del diario. Al pie de un manifiesto lanzado para convocar a los trabajadores a participar de una asamblea en el local de Oficios Varios y de conferencia en la plaza del pueblo, la sociedad obrera hacía un llamado al boicot a la Compañía Argentina de Tabacos y a no olvidar que Juan Hernández aún no había cumplido con la reposición de los fondos sociales. “Exigírselo es nuestro deber”, reclamaba. Juan quedaba casi a un mismo nivel que la explotadora compañía tabacalera.9

Al margen de la dureza con que Díaz, invocando la representación del sindicato, calificó a Juan y María, es destacable el reconocimiento, por parte de los infractores, de la autoridad de la asamblea sindical para juzgar sus actos. Comentario aparte merece el rol de La Protesta en el seno del movimiento obrero orientado FORA Comunista, medio de información, tribuna doctrinaria y órgano no oficial de la Federación. Era tal la relevancia que este diario como medio de comunicación para la militancia forista, que era utilizado por ésta para enviarse dar aviso de cambios de domicilios para recibir correspondencia o intentar averiguar el paradero de algún familiar, compañero o compañera. Ventilar las faltas de Juan y María por ese medio, era pretender que el repudio se extendiera mucho más allá del valle.

Cómo sobrellevaron la situación. De Hernández no hay rastros en los archivos del Estado ni en las páginas de la prensa anarquista, ni de la otra; en cambio de Méndez, sí. La prohibición de ingresar al local de Oficios Varios de Allen no le impidió sumarse al Cuadro Filodramático Floreal, el grupo de teatro de aficionados promovido por la sociedad de resistencia de Gral. Roca. Si bien ambos centros obreros estaban adheridos a la misma Federación, eran autónomos en sus decisiones. María integró el elenco que interpretó las obras Sin Patria y Juan José, en abril y agosto de 1922, respectivamente.10 El teatro era uno de los medios elegidos para difundir los ideales emancipatorios, no sólo por la convocatoria que lograba en ámbitos donde las posibilidades de acceder a actividades recreativas eran limitadas, sino porque además permitía sortear la barrera infranqueable que el extendido analfabetismo representaba para la propaganda escrita.

El 15 de agosto de 1922 La Protesta publicó una nueva circular de Oficios Varios de Allen, a través de la cual se rehabilitaba a Juan, a María no la mencionaban. Era un texto escueto, carente de estridencias, administrativo.Ponemos en conocimiento de todos los compañeros, que el ex tesorero de este sindicato Juan Hernández, hizo su composición de lugar y repuso todos los fondos sustraídos a esta entidad, habiéndose además puesto al día en lo que atañe a las cotizaciones de asociados. Por lo tanto en la asamblea (…) se acordó que en lo sucesivo sea considerado Juan Hernández, como compañero y socio activo de esta sociedad.- El Secretario.”11

Un estilo despojado de adjetivaciones, opuesto al de Julio Díaz, que por entonces estaba privado de la libertad. La actividad convocada a través del manifiesto en el que se repudiaba casi por igual a Juan y a la Compañía Argentina de Tabacos, culminó en una feroz cacería contra la militancia anarquista de Allen. Desde fines de noviembre de 1921 Díaz se mantuvo prófugo, fue arrestado en junio de 1922 y trasladado a la cárcel de Viedma, donde permaneció hasta mayo del año siguiente. La represión desatada implicó la clausura del local de Oficios Varios y de toda actividad de la sociedad obrera durante varios meses. La rifa del revólver de Juan también fue suspendida.

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El 15 de agosto de 1922, en que La Protesta notificó la rehabilitación de Juan, Nuestra Tribuna, en quincenario femenino que editaba la propagandista Juana Rouco Buela en Necochea, publicó la primera nota de María. A través de los textos ella se definía como una mujer ruda y pobre campesina, que vivía en una humilde casucha, a la que le gustaba filosofar mientras paseaba por el campo. También decía que la ciencia había echado luz sobre sus días de confusión e ignorancia. Exhortaba a sus compañeras de infortunio a luchar por su emancipación, a levantarse por encima de todo lo corrupto. “Para ayudar a nuestra causa común y grande. Y digo, por nuestra causa, porque triunfando ella conquistaremos el futuro, ese futuro de amor y de igualdad, donde no existan esclavos ni amos, leyes ni patria, sino: libertad y fraternidad.”12 Denunciaba la explotación de las mujeres en las fábricas, talleres y hogares, la violencia sexual a la que estaban expuestas quienes trabajaban en casas, sirviendo a familias burguesas; también el proxenetismo; la doble opresión por ser pobre y mujer. Invitaba a sus pares a hacer oír su “voz de protesta contra el régimen” y a concurrir al sindicato. “Organizaos, compañeritas, para así podernos dar un fraternal abrazo, luchando al lado de nuestros compañeros y no descansaremos; todos juntos, hasta conseguir el Comunismo Anárquico.”13

Del papel María pasaba al sindicato y subía a la tribuna. El 24 de diciembre la Sociedad de Oficios Varios y Biblioteca Obrera de Allen realizó un acto en la localidad, según la crónica publicada en el periódico Ideas, de La Plata, la concurrencia no fue numerosa debido a que “por la paralización de las obras de irrigación y los salarios de hambre” se produjo “el éxodo de obreros.” María fue la encargada de abrir el acto, “con pocas pero bien dichas palabras, fustigó la frialdad de muchos explotados que no hacen más que secundar los planes tenebrosos de sus explotadores”.14

En marzo de 1923, desde las páginas de Nuestra Tribuna, María denunciaba la opresión de las mujeres y las exhortaba una vez más a acercarse a los sindicatos. “Levantad vuestras frentes de proletarias y rebelaos contra todo lo que sea opresión. Y después que todas estemos redimidas en fraternal abrazo de solidaridad, podremos romper con las cadenas que desde hace siglos nos oprimen.”15 Así concluía la nota, la última que publicó en el periódico femenino o, al menos, la última que firmó con alguna de las variables de su nombre:María R. Mendez, María Hernández, María M. Hernández, María D. Hernández… Ese último artículo lo remitió desde Bahía Blanca, con Juan se habían trasladado al sur bonaerense, quizás las desventuras económicas determinaron la partida del valle.

[Juan y María, segunda parte…]

Fotos tomadas de:
Hernández Lázaro, Juan o Hernández, Juan Ignacio Carlos; Prontuario O.S. N°13, Archivo Histórico de la Provincia de Río Negro.
Méndez de Hernández, María Remedios; Prontuario O.S. N°26, Archivo Histórico de la Provincia de Río Negro.
Expediente N° 1464/1921. Juzgado Letrado de Río Negro. Rubio Mariano – Carrión Antonio – Olmos Cecilio – Yustes Laureano – Apolinario Marcos – Julio Díaz – José Martínez. s/atentado i desacato a la autoridad, Archivo Histórico de Río Negro.

Notas

1Hernández Lázaro, Juan o Hernández, Juan Ignacio Carlos; Prontuario O.S. N°13, Archivo Histórico de la Provincia de Río Negro.

2Méndez de Hernández, María Remedios; Prontuario O.S. N°26, Archivo Histórico de la Provincia de Río Negro.

3Expediente N° 324/1921 del Juzgado Letrado de Río Negro, Marcos Apolinar, Laureano Juste, Cesario Cancio, Francisco Walls i Juan Hernández s/inf. Defensa Social, disponible en el Archivo Histórico de Río Negro.

4Expediente N° 324/1921, Archivo Histórico de Río Negro.

5Expediente N° 324/1921, Archivo Histórico de Río Negro.

6Díaz, J. “Sociedad de R. Oficios Varios de Allen”, en La Protesta, 26 de octubre de 1921.

7Díaz, J. “Sociedad de R. Oficios Varios de Allen”, en La Protesta, 26 de octubre de 1921.

8Díaz, J. “Sociedad de R. Oficios Varios de Allen”, en La Protesta, 26 de octubre de 1921.

9Expediente N° 1464/1921. Juzgado Letrado de Río Negro. Rubio Mariano – Carrión Antonio – Olmos Cecilio – Yustes Laureano – Apolinario Marcos – Julio Díaz – José Martínez. s/atentado i desacato a la autoridad, Archivo Histórico de Río Negro.

10“Función Teatral”, en Río Negro, 27 de abril de 1922 y “Cuadro Floreal”, en Río Negro, 29 de agosto de 1922.

11El Secretario “Soc. Oficios Varios. Allen, F.C.S. – Río Negro”, en La Protesta, 15 de agosto de 1922, p. 4.

12Méndez, María R. “A mis compañeras de infortunio”, en Nuestra Tribuna, 15 de agosto de 1922.

13Méndez, María R. “A mis compañeras de infortunio”, en Nuestra Tribuna, 15 de agosto de 1922.

14Corresponsal, “Correspondencias. Desde Allen”, en Ideas, 2da quincena de enero de 1923.

15Hernández, María M. “La Mujer”, en Nuestra Tribuna, 31 de marzo de 1923.

Publicado por Hernán Scandizzo

Soy periodista. Alguien me llamó buscador de historias, me gusta más esa definición.

2 comentarios sobre “Juan y María, volver desde prontuarios y otros papeles

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